EL TEXTO LITERARIO:
ALGUNOS ASPECTOS NARRATOLÓGICOS
ALGUNOS ASPECTOS NARRATOLÓGICOS
Eddie Morales Piña
En este capitulo
pretendemos examinar algunos elementos básicos de orden teórico necesarios para
la práctica del análisis textual del discurso narrativo. Se debe tener
presente que entendemos a la literatura como una forma de comunicación que se
realiza mediante el ejercicio práctico de textos literarios. En este
sentido, la literatura es un proceso de producción, intercambio y recepción de
textos que involucra a la triada emisor, mensaje y receptor.
Tradicionalmente, se ha
puesto énfasis en la producción de textos; es decir, que es el autor quien le
da sentido a la actividad literaria. ha sido, por tanto, una estética de la
producción. Sin embargo, el texto literario circula, ya que se consume o
recepciona en un espacio diferente al punto de elaboración. En otras palabras,
no es posible excluir el acto receptivo de los textos, pues hay un complejo
proceso de lecturas que incluyen la participación del receptor quien decodifica
los códigos artísticos. Así, sentido, la estética de la recepción confiere al
lector un lugar primordial. Para esta corriente analítica en el texto literario
hay mecanismos que sólo pueden ser analizados conativarnente, ya que el texto
se autoconvoca en su propia urdimbre estructural.
Según la estética de la
recepción la vida histórica de la obra literaria no puede concebirse sin la
participación activa, de aquellos a quienes va dirigida.
Se entiende aquí
principalmente por textos literarios a los que se enuncian lingüísticamente y
que se encuentran materializados en un objeto concreto que denominamos obra
literaria, es decir, el libro como artefacto lingüístico destinado a los
usuarios que son los lectores.
Otras dos consecuencias
principales de esta comunicación sui generis que es la comunicación literaria
que se expresa a través del texto es que el feedback no es posible, pues
"el destinatario no puede pedir aclaraciones al emisor, influir en la
continuación de su emisión; y además porque el emisor, una vez acabado el
mensaje, queda frente a éste en la misma situación que cualquier
destinatario". (Segre 1985: 43). Además. el mensaje codificado por el
emisor literario que configura el texto queda reducido a la serie de grafemas
que constituyen el soporte de los significados, es decir, "el texto
permanece en una especie de potencialidad después de la emisión y antes de la
recepción (...) Los significados, que en una conversación se desarrollan casi a
la vez en la emisión y recepción del mensaje, sólo en el curso de sucesivas
lecturas llegan a ser operantes". (Segre 1985).
Por otra parte, el texto
literario potencializa en su elaboración lingüística la función poética del
lenguaje, la función que consiste en la orientación de la lengua hacia el
mensaje mismo, en vez del emisor (función emotiva) o del receptor de la
comunicación (conativa). Para Segre "este empeño del emisor en el mensaje
implica (la) unidad y coherencia en el propio mensaje. A diferencia del
discurso común, el emisor no está sujeto a la copresencia y sucesión de los
estímulos para la expresión, sino que por el contrario desarrolla un discurso
propio interior, dentro de limites en gran parte escogidos por él".
(1985:44). Lo anterior explica la presencia de textos literarios aparentemente
desarticulados, pero que tienen unidad y coherencia internas que se revelan
semánticamente en la historia narrada. En otras palabras, el texto literario
adquiere sentido porque frecuentemente es una suma coherente de diversas
coherencias.
La complejidad del texto
literario se manifiesta además en el denominado fenómeno de la
intertextualidad. "Este término de reciente introducción parece abarcar
bajo una nueva etiqueta hechos conocidísimos como pueden ser la reminiscencia,
la utilización (explícita o camuflada, irónica o alusiva) de fuentes o
citas". (Segre 1985:94). Para este mismo teórico, el concepto debiera ser
utilizado en casos perfectamente individualizables de presencias de textos
anteriores en un texto determinado. "Al vislumbrarse la intertextualidad,
el texto sale de su aislamiento de mensaje y se presenta como parte de un
discurso desarrollado a través de textos, como un diálogo cuyas frases son los
textos, o parte de los textos, emitidos por los escritores". (Segre
1985:95). Es decir, mediante la intertextualidad la lengua de un texto asume
como propio los componentes de un texto precedente, constituyéndose así una red
de interacciones textuales en que un código asimila al otro formando de esta
manera un macrotexto.
La elocución del discurso
literario importa dos niveles básicos que son el de la enunciación y el del
enunciado; ambos momentos son interdependientes y el uno revela el otro. "La
enunciación es el acto lingüístico en su aspecto de acontecimiento hic et nunc,
el enunciado es el resultado de ese acto". (Segre 1985: 216 sigs.).
En la materialización del
acto discursivo, el emisor de la situación narrativa puede alterar conscientemente
ambos niveles. Las infracciones voluntarias -desfases
temporales,
interrupciones y continuaciones, inserciones, etc.-, de orden cronológico y
lógico, es decir, "la no coincidencia entre el tiempo en que se desarrolla
la linealidad del discurso y el tiempo de los hechos narrados" (Segre),
buscan la disposición artística de los motivos en el hecho narrativo.
En otras palabras, en la
constitución de los eventos narrados se debe hacer la distinción en la praxis
hermenéutica entre la fábula y la trama. La fábula, según Mieke Bal, es
"una serie de acontecimientos lógicos y cronológicamente
relacionados" (1985:26), mientras que la trama es "la
exposición de los acontecimientos narrados en el orden en que se encuentran en
el texto" (Segre 1985:307).
Esta característica
primordial del texto narrativo como discurso explica sustancialmente por qué en determinados relatos la disposición
de los acontecimientos escapan a la ordenación discursiva lógica y cronológica,
presentando, por el contrario, una alteración en la enunciación de los motivos
que significa el rupturismo inmediato
con el modo de representación de la realidad decimonónica.
El narrador es el emisor intratextual de la
enunciación lingüística que es el discurso literario narrativo.
El narrador, por tanto, es
el que cuenta, el que aporta información sobre la historia que se narra. La
información entregada por el enunciante puede variar en cuanto a su cantidad.
"Este
narrador debe saber para contar. Es sabido que el verdadero carácter de un
narrador no consiste tanto en lo que cuenta (los temas van y vienen), sino en
cómo lo cuenta. Pero así como existe una libre elección
sobre cómo contar existe una obligada decisión previa sobre cómo saber. De esa
libre opción del narrador, de la solución de ese teorema esencial surge lo que
en la novela se llama la perspectiva.
En efecto, de cómo sabe el
narrador nace el punto de vista, la visión que el mismo adopte (y de
ella, en gran medida, cómo cuenta). Aquella previa decisión pone de relieve
claramente el carácter ficticio del narrador, que para Kayser peculiariza el relato"
(Tacca 1985). Para este crítico, la visión del narrador es la que determina la
perspectiva del relato. Esta perspectiva narrativa, a su vez, según Tacca,
debe traducir siempre la relación entre el narrador y el personaje (o
personajes) desde el punto de vista del "conocimiento" o de la
"información".
Esta relación entre el
conocimiento del enunciante y el de sus personajes suele ser de tres modos: omnisciente,
es decir, el narrador posee un conocimiento mayor que el de sus personajes; equisciente,
el narrador posee una suma de conocimientos similar a sus personajes; y deficiente
si el narrador posee una menor información que su personaje o sus
personajes. (Tacca 1985).
Por otra parte, Segre
manifiesta que "la posición del autor respecto a su materia, la distancia
desde la que describe los hechos, quedan, pues, fijados a lo largo del eje que
une narrador y personaje(s). Esta problemática ha sido repetidamente abordada
bajo la etiqueta de `punto de vista'.
El narrador puede
identificarse con el protagonista de la historia y narrárnosla en forma autobiográfica;
puede presentarse como un personaje secundario, testigo de historias en las
que ha estado implicado; puede, quedándose fuera de la historia, mantener
el punto de vista del protagonista, o bien actuar de vez en cuando como
intérprete de los pensamientos y sentimiento, de todos los personajes,
etc." (1985:309).
Siguiendo a Genette, Segré
indica los grandes grupos posibles de `punto de vista': heterodiegética a
la narración en la que e! narrador está ausente de la historia; narración homodiegética
a aquella en la cual el narrador está presente como personaje (será por tanto
autodiegética la narración en la que el narrador es el protagonista del
relato).
Por otra parte, Genette
refiriéndose a Ios niveles narrativos, llama intradiegético al relato
hecho por un narrador en segundo grado, perteneciente al nivel de la acción; extradiegética
a la narración desarrollada por un narrador en segundo grado perteneciente
a un nivel narrativo distinto al de la acción principal.
También es importante
señalar que Genette utiliza otros conceptos teóricos para referirse a la
perspectiva narrativa que adopte el enunciante del discurso. El término focalización
le sirve al estudioso para designar "el lugar (la persona) desde cuya
perspectiva (en cuyo campo de visión) transcurre la narración”.
Tendrá por lo tanto focalización
cero la narración (...) en la cual no se asuma jamás la perspectiva de los
personajes; por el contrario son de focalización interna las narraciones
en que se dé este fenómeno. La focalización interna puede ser fija,
cuando todo está visto por un solo personaje (...); variable, cuando más
de un personaje, según los episodios, se convierte en `focal'; múltiple,
cuando el mismo acontecimiento es visto sucesivamente con los ojos de varios
personajes (...). Se hablará, en fin, de focalización externa cuando los
personajes actúan ante el narrador sin que él muestre jamás conocer sus
pensamientos y sentimientos" (Segre 1985; 33 - 34).
El sujeto emisor de la
comunicación literaria da origen mediante su práctica verbal a una diégesis, es
decir, a una narración. En ésta el emisor puede repetir los discursos del
personaje-objeto y el de sus interlocutores, imitando sus voces; de esta
manera, se realiza una mimesis, una imitación. Por tanto, en todo discurso literario encontraremos
momentos diegéticos y miméticos.
El contenido de la obra es
uno de los aspectos del análisis diegético más utilizados, pues el interés
parece concentrarse en el nivel del enunciado; sin embargo, la hermenéutica reciente
ha descubierto en los otros aspectos de la diegesis importantes elementos para
el estudio.
Del mundo representado,
sin duda, que el personaje como sustrato agente de los eventos narrados
es uno de los principales de la diégesis. Manifiesta Tacca que "cabria
distinguir (con afán categorizador) dos enfoques diferentes: el personaje como
tema, es decir, como sustancia, como interés central del mundo que se explota,
y el personaje como medio, cono técnica,
es decir, como instrumento fundamental para la visión o exploración de ese
mundo. Un personaje como Julián Sorel, la tumultuosa biografía de su alma, se
identifica casi totalmente con la sustancia de la novela; un personaje corno
Meursaul es el instrumento idóneo para la visión de un mundo novelesco
determinado" (1985). Según el mismo teórico la intervención directa de los
personajes en el discurso diegético, su palabra, es una ilusión, pues ella
también "pasa por la alquimia del narrador".
Una taxonominación de los
personajes nos revela que una primera categoría es aquella en que el
narrador se identifica con el protagonista de la novela, o sea, el mundo está
visto desde la conciencia del héroe. Un segundo caso es cuando el
narrador es un personaje secundario y por último el relato puede quedar
a cargo de un mero testigo de los hechos. "La intervención del personaje
que testimonia puede ser muy variado en la novela, si bien para el lector queda
siempre eclipsada por su responsabilidad de testigo-narrador. Y aunque su forma
más natural es la del relato en 1ªpersona, su atracción ha llegado a la
del relato en 3ª el narrador adopta .: visión de un personaje
testigo" (Tacca, 1985). Lo anterior, por supuesto, está visto en la
relación que puede establecerse entre personaje y narrador.
Por otra parte, cabe la
distinción entre actor y actante de las acciones según' la nomenclatura
de Greimas: "distingue entre actor (palabra que designa al personaje
oficial, aquel de cuya identidad es afirmada explícitamente y manifestada por
su nombre, su situación social y familiar, ciertas particularidades fisicas,
etc.) y actante (término que designa la clase o grupo de actores)”. A los
actores se les reconoce por el nombre especifico con el que aparecen en el
texto (...); a los actantes se les reconoce por su funcionalidad dentro del
relato (destinatarios, remitentes, sujeto, objetos, etc)" (Romera 1983:
133 -134).
Las categorías de actantes
son tres: primero, las del sujeto y objeto, donde el predicado o vinculación
es el deseo; segundo, las del remitente y destinatario, donde la vinculación es
mediante el saber y la comunicación; y finalmente las de ayudante y opositor,
donde el predicado es el poder y la participación (Cfr. Jofré 1990).
Por otra parte, elemento
primordial de la diégesis es el motivo literario que impulsa la acción.
Según Jofré, los motivos literarios son instancias diegéticas que desenvuelven
el relato mediante secuencias y modos de acción hacia una resolución del conflicto
Para Segre, los motivos representan una estructura sintáctica básica porque son
residuos de una experiencia atávica. `Algunos de estos esquemas de
representación reflejan con particular nitidez las elaboraciones del
subconsciente colectivo. Al ser esquemas de situaciones típicas, son utilizados
por los hablantes para evocar o designarla representación de estas situaciones.
En manos de los escritores, encierran valores simbólicos que ellos pueden
acentuar o transformar, ulteriormente. (...) Motivos arquetípicos, motivos
tradicionales, motivos de la experiencia
común (que de todos modos se remontan a los esquemas de representación)
constituyen los módulos con los que se construye la estructura narrativa"
(Segre 1985:111 - 112).
Relacionado con lo recién
dicho, se tienen los conceptos de secuencia y funciones narrativas introducidos al
análisis diegético por Bremond.
La secuencia está
presente en toda narración, pues ésta es la articulación de macroestructuras
narrativas básicas que aplicadas a las acciones y a los acontecimientos
realizados en unas coordenadas espacio-temporales, engendran el relato. En
cambio, las funciones son unidades menores que también se encuentran
constituyendo el relato; de este modo, el relato es una suma de secuencias y
funciones narrativas.(cfr. Romera, 1983; 122 -1 26).
Barthes ha distinguido
entre funciones e indicios. Las primeras son de dos clases: distribucionales
e integradoras.
Las distribucionales
se pueden subdividir en: las funciones cardinales o núcleos que
corresponden a los nudos del relato o de fragmento de relato; y las catálisis
que tienen una naturaleza complementadora, pues sirven para llenar el espacio
narrativo que separa las funciones nudos. Las integradoras, denominadas indicios,
"son unidades verdaderamente semánticas ya que, contrariamente a las funciones
propiamente dichas, remiten a un significado, no a una operación" (Romera
1983: 128). 'Tenemos los indicios propiamente dichos, que aluden a un carácter,
un sentimiento; poseen significados implícitos e implican una actividad de
desciframiento; y las informaciones que sirven para situar en el espacio y en
el tiempo, son datos puros. Por el contrario, para Segre todo el texto como
discurso es indicial (1985: 115 - 116).
Las relaciones discurso-evento
son también relevantes. Se habla de relato singulativo cuando el
discurso se refiere a un solo evento; por el contrario, cuando se remite a
varios eventos, se habla de relato repetitivo; y cuando varios discursos
se refieren a un solo evento, se lo califica de relato iterativo. En
cualquiera de estos tres modos de concretizar el relato es necesario fijar el
sentido en que se articulan el principio y el final de la diégesis, es decir,
hay que ver si en el texto se pasa de un estado de armonía a uno de desarmonía,
o viceversa, o si se logra e] equilibrio finalmente.
Los eventos narrados
ocurren en un espacio determinado; es el sector del mundo narrado que
incluye lugar físico, medio ambiente y atmósfera o clima. Según Bal,
"los sitios donde ocurre algo pueden, en principio, deducirse (...) Cuando
la localización no se ha indicado, el lector elaborará una en la mayoría de los
casos" (1985: 50- 53). Se hace también la distinción entre escenarios y
paisajes, pues los primeros son ambientes creados por eI hombre, mientras
que los otros manifiestan la naturaleza. Por otra parte, el medio ambiente
es llamado también espacio de relación y señala la circunstancia
cultural, social, económica, religiosa, etc. en que se desenvuelve la
historia y que son determinadas para la interpretación de los contenidos. Por atmósfera
o clima se entiende, por ultimo, la reiteración de estímulos sensibles
-auditivos, olfativos, ópticos, etc.- que, apareciendo en la narración de modo
discontinuo y errático, van conformando la atmósfera particular que rodea y
enmarca la obra.
Para Jofré, el mundo como
escenario de diferencias implica percibir el mundo literario o ficticio como conflicto
y convergencia de valores, estructurado por fuerzas y tensiones
concentradas en cada elemento, nivel o momento del relato, entendido como lugar
de encuentro de diferentes voces, códigos y discursos. Esencial para la
significación de la historia es la resolución del conflicto a través de
los valores o motivos conformados por el personaje y su acción. La resolución
del conflicto implica que un tipo de realidad ha sido rechazada y relativizada
mientras otro tipo de ha sido aceptado y valorizado positivamente" (Cfr. Jofré
1990). En conexión con lo anterior está la noción de ciclo narrativo, en otras
palabras "la fábula como conjunto constituye un proceso, aunque
a cada acontecimiento se le puede denominar también proceso, o por lo menos, parte de un proceso. Cabe distinguir tres fases en toda fábula: la posibilidad (o virtualidad), el acontecimiento (o realización) y el resultado o conclusión) del proceso. Ninguna de estas tres fases es indispensable. Una posibilidad se puede o no realizar" (Bal 1985:27).
a cada acontecimiento se le puede denominar también proceso, o por lo menos, parte de un proceso. Cabe distinguir tres fases en toda fábula: la posibilidad (o virtualidad), el acontecimiento (o realización) y el resultado o conclusión) del proceso. Ninguna de estas tres fases es indispensable. Una posibilidad se puede o no realizar" (Bal 1985:27).
La ordenación de las
acciones en el ciclo narrativo desde el punto de la temporalidad, indica que hay un tiempo real
que se refleja, por ejemplo , en el paso de los días. Pero el problema central
dice relación con la temporalidad de la historia y la temporalidad del
discurso, que son distintos también a la temporalidad de la enunciación
y a la temporalidad de la lectura.
El orden de la
temporalidad tiene que ver especialmente con las retrospecciones o analépsis y las
prospecciones o prolepsis.
El tiempo, desde el punto
de vista de la duración, incluye por lo menos cuatro formas posibles: la
pausa o suspensión del tiempo, la elipsis u omisión de un periodo;
la escena, con su coincidencia entre tiempo real y tiempo discursivo; y el resumen,
donde el tiempo del discurso es más corto que lo que se presenta" (Cfr. Jofré
1990).
Respecto del concepto tema,
Jofré manifiesta que es la idea sumaria le la acción, es un microtexto.
Para Segre, el significado del término es polivalente, pues depende de
diversas interpretaciones; así, tema es la materia elaborada en un texto, o bien
el asunto cuyo desarrollo es el texto literario,o bien la idea inspiradora. Este
teórico, finalmente, se decide por identificar al asunto como el resumen
de la fábula que "prescinde no sólo de las dislocaciones lógicas y
temporales propias de la trama, sino también de todas las acciones que pueden
ser consideradas instrumentales respecto la acción base. Pero es resumen, no
esquematición, puesto que las acciones no quedan reducidas a su funcionalidad,
antes bien, mantienen su contenido semántico, permanecen muy ligadas a los
personajes que las ejecutan (... El asunto o argumento podría definirse así: la
enunciación de los término sustanciales de una historia" (1985: 341- 342).
Por el contrario, para Kayser el asunto es lo que más o menos fijado en el
tiempo y en el espacio y ligado a determinadas figuras, vive en una tradición
propia, ajena a la obra literaria' y va a influir en su contenido (1970: 70
- 75). También identifica con la palabra tema la idea sumaria de la acción.
El texto literario
configura la materia mediante un mismo código morfológico, sintáctico y
semántico. A este respecto, los modos narrativos de un texto diegético
pueden ser: directos, con o sin verba dicendi, cuando habla el personaje
sin la intervención del narrador, o indirectos, cuando quien habla es el
narrador o hablante mismo. El discurso del narrador o hablante también puede
ser visto como un diálogo con el narratario o lector intratextual. El modo
narrativo indirecto libre acontece cuando se da la identificación del
narrador con el personaje (Cfr. JoIré 1990).
Por otra parte, las formas
diegéticas básicas son la narración y descripción o la oposición
dinámico/estético del discurso en relación a las acciones y la descripción de
los fenómenos, respectivamente.
En relación al lenguaje y
a la composición del texto diegético, la disposición implica las diversas
estructuras temporales en que puede manifestarse un relato (ab ovo, in
medias res e in extremas res), así como el montaje y la expresión
narrativa apuntan a las alteraciones temporales y a las yuxtaposiciones de espacios, tiempos o
historias". Por últimoo, resulta importante consignar a nivel lingüístico
los aspectos idioIécticos del lenguaje que explican el estilo de un
autor y su configuración en el texto diegético.
El narratario
es aquel al que está dirigido lo dicho, es una estructura intrratextual,
perteneciente al interior del relato. También se hace presente en la
enunciación, nominalmente, mediante deícticos o en las alusiones expresas
del narrador; y su presencia es necesaria y suficiente para hacer significante
la enunciación del yo emisor.
El receptor intratextual
puede ser un narratario-personaje, es decir, un personaje que participa
de los eventos comunicados o bien puede definirse ya sea corno auditor o como lector
según si el receptor intratextual está recibiendo una comunicación oral o una
comunicación escrita. Por último, entre narrador y narratario se establecen
relaciones de ciertas relaciones de competencia narrativa que permiten al
destinatario decodificar la situación diegética. Cabe acotar que entre receptor
intratextual y lector real o extratextual pueden darse algunas implicancias
textuales que la estética de la recepción o la sociología de la literatura
deben esclarecer en sus tI aproximaciones exegéticas al texto literario.
El emisor extrae los
códigos que utiliza y sus propias motivaciones, del contexto cultural en el que
está inserto; y el receptor recurre a los códigos de que dispone para
interpretar el texto.
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